Mi experiencia con el Alzheimer

Echando la vista atrás me doy cuenta de que faltan apenas unos dias para que se cumplan seis años desde que entré a formar parte de la gran familia de “EL PAULAR”.
Recuerdo que al principio no sabía por donde empezar y mis compañeros tenían que ir aconsejándome continuamente, “mis abuelitos”, como yo les llamo, me tomaban el pelo continuamente y yo, dentro de mi ignorancia, creía todo lo que me decían.
El tiempo ha ido pasando y con él nuevos rostros han ido llegando, otros, que al principio estaban, ya no están, pero de todos y cada uno de mis abuelitos guardo buenos recuerdos.
El hecho, o el mal que nos acontece en estas líneas, dejémonos de eufemismos, es el de la enfermedad del Alzheimer. Una enfermedad neurodegenerativa de la que todavia se sabe poco, pero que por desgracia padece un gran número de personas.
En mi ámbito laboral me encargo de entretenerlos, y lo que es más importante, de estimularlos, ya que es una forma demostrada y positiva de evitar que esta enfermedad extienda sus redes, de forma más rápida, sobre la persona afectada.
Es desalentador ver como, aunque todos ponemos de nuestra parte, al final la enfermedad acaba por hacer mella de forma irreversible, y ves como gente que antes era capaz de hacer maravillas a nivel manual o lúdico, ahora no sabe coger un lápiz o mover una ficha encima de un tablero de cualquier juego.
Lo único que se precisa es paciencia, cariño, adaptación y ganas, para poder dar a nuestros abuelitos las necesidades que requieren en cada una de las etapas de esta enfermedad. Es fundamental la estimulación de los sentidos, el contacto físico, las muestras de cariño, el poder ponerles al alcance cosas que les hagan recordar buenos momentos, una canción, una película, un tema para hablar,….
Por ejemplo, una canción que les haga recordar momentos de su juventud, motivarlos para que bailen preguntando de que forma lo hacian antes, animarlos con comentarios picarones, ya que ellos bailaban cogidos, les encanta y les hace reir.
Y creo que no hay nada más satisfactorio, por lo menos para mi, que el poder marcharme a casa con la tranquilidad de haber recibido la mirada cómplice y la sonrisa de una persona, que por desgracia, no recuerda que tiene hijos (a pesar de que han estado cinco minutos antes aqui en El Paular viéndoles bailar).
Lo importante es que familiares y cuidadores no olvidemos que aunque el Alzheimer hace que olviden y no recuerden, el cariño es algo que reconocen siempre y además sienten.
Hugo Ortega.
TASOC de El Paular

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