Trastadas de la niñez, ¡nosotros también hemos sido niños!

Hoy nos hemos reído un montón contando gamberradas y trastadas de la infancia, ¿os acordáis de las vuestras?


Angelita cuenta, que de pequeña la mandaban a comprar el pan, y casi siempre lo devolvía pellizcado, y su madre se daba cuenta siempre.

A Hugo con 12 añitos lo mandaban a comprar el pan y en más de una ocasión trajo solamente la molla del centro 😀


Fuensanta tuvo una experiencia pasada por jabón, ¡muy limpia!!. Cuando tenía 8 o 9 años, su madre la mandó a comprar jabón, y ella lo confundió con un caramelo, de manera que se lo comió y estuvo un buen rato echando espuma por la boca!!…


A Enriqueta le manchó su profesora de tinta el vestido nuevo, y para que su madre no la viera (porque sabía la que le esperaba), se escondió debajo de la cama y no había quien la sacara de allí.


Andrés era repartidor de leche de jovenzuelo, y cuando le pedían más leche y no le quedaba, a las últimas garrafas le añadía agua para que saliera más cantidad y tener para todos, eso sí, siempre lo negó, ¡que pillastre!!!


Cristina nos cuenta algo parecido, cuando con su amiga Paquita, mezclaron la leche del lechero con agua del grifo, y como no era potable, todo el pueblo tuvo problemas de estómago y se enfadaron con el pobre lechero, que nunca llego a entender que es lo que había pasado. 


Mabel se comía las barras de labios con sabor a fresa de su hermana mayor, cuando se quedaba sola, pero al volver cuando la pillaban, ella lo negaba con toda laboca pintada de rojo!! Je, je…



Federico le quitó la flauta a un hermano de un amigo, y se la tiró al pozo del pararrayos, ¡la dieron por perdida!


Cuando Tina tenía 5 años y junto con una amiga, decidieron que podían conseguir dinero pidiendo por las calles de Madrid. Sus madres, que no sabían nada, sospecharon de algo raro cuando les llevaron de regalo cerillas (que en aquella época eran muy caras), descubrieron cómo las habían conseguido y les prohibieron que pidieran más, pero las cerillas se las quedaron porque ¡a nadie le amarga un dulce!




A Andrés le gustaba pescar con su primo en el río. Un día le robaron una trucha que el cura del pueblo había pescado, y cuando llegaron a casa y enseñaron la supuesta pesca del día, les dijeron que le regalaran la trucha al cura como un obsequio de la familia. (Así que el cura tuvo de nuevo su trucha sin saberlo),¡¡ pero ellos se rieron mucho!!!


Mabel cuando tenía 15 años se fue a las fiestas del pueblo de una amiga en verano, y como ya por aquel entonces le gustaba mucho viajar de un lado a otro, en cuanto terminaron las fiestas cogió un tren y por su cuenta, se fue a visitar unos días a otra amiga a la playa, ¡sin decir nada previamente a sus padres!. El caso, es que los padres llamaron por teléfono, y se enteraron de que estaba en otro lugar y fueron a por ella. Estuvo una semana castigada sin salir, por no pedir permiso y hacer lo que quería sin consultar.

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